Relato – cuento corto
Despreocupado te miro desde la silla plástica al lado de la pequeña ventana del cuarto, tu cuerpo está extendido a lo largo de la cama mientras duermes dándome la espalda. Un tímido retazo de sábana cubre tu desnudez solamente hasta las caderas, es extraño convertirse de pronto en el espectador de un momento tan propio de una pintura renacentista. Todo tu pelo en completa entropía se apropia de tus formas y se extiende por toda la cama, parece también agotado. No somos nadie en especial, aún no estamos preparados, pero siento un áurea divina emergiendo de tu silueta. Somos pobres, estamos rodeados de un entorno sin posibilidades, ayer sólo cenamos una cerveza y galletas. Miro a la calle mientras inhalo fuertemente el cigarrillo, sonrío mientras dejo salir lentamente el humo, me encanta mi pequeño trabajo temporal de mirarte mientras estás lejos de este mundo.
Ayer viniste a mí, te reconocí tan bien desde lejos, venías corriendo y sonreías, te detuviste de golpe, me abrazaste como si hubiéramos estado lejanos por meses, y me gritaste riendo, me dijiste sobre doscientos dólares recién ganados por haberte desnudado para un curso de dibujo. Tus ojos cambiaron de tono y seriamente pronunciaste en modo de mandato nuestras acciones durante el próximo mes, tendremos temporalmente una independencia de la casa de tus padres, y así terminamos en esta habitación. Somos felices y buscamos nuestros sueños, nos estamos aferrando a cualquier pedacito de suerte para construir un futuro.
Me desprendo de los recuerdos de ayer y miro como lentamente tu cuerpo va retomando el movimiento, escucho tus grandes vocales graves y te vuelves despacio hacia mí. Tus ojos cerrados están escondidos entre tu pelo, se dibujo una sutil sonrisa en tu boca, tomas un respiro, lentamente puedo ver detrás del telón de cabellos negros cómo tus párpados van abriéndose mientras me sostienes con la mirada. Eres bella, incluso este tipo de acciones inofensivas me desarman, estoy como hipnotizado, dejo salir el humo de la última bocanada. Yo también quiero, me dices, aceptando gustosa nuestro pequeño desayuno y te levantas dirigiéndote hacia mí, la sábana queda amarrada a la cama dejando descubrir tu pubis y piernas mientras vas caminando, das pasos pausados y cortos, te sientas en mi regazo, me abrazas y te acurrucas contra mi pecho, me das un sonoro beso en la parte baja de mi quijada. Tus dedos suavemente recorren mi brazo para buscar en su extremidad el cigarrillo a medio consumir.
El humo que exhalaste en la habitación dejó al descubierto todos los huequitos de las paredes y montones de rayos dorados convirtieron nuestro espacio en un gran código de barras compuesto de luz solar y polvo. Los restos del cigarrillo los aplastaste contra el borde la ventana y tiraste los vestigios a la calle, me abrazaste más y más fuerte, puedo sentir la suavidad de tus senos mientras frotas tu mejilla contra mi barba. Mis manos ahora te acarician tu espalda y tu boca busca llenar de pequeños besos mi sien, respiras cada vez más fuerte contra mi oreja, no dejas salir ningún sonido, te comunicas por medio de tu respiración.
Aunque comprendo los movimientos de tu cuerpo contra mí, tomas mi mano y la llevas cerca de tu vientre, quieres que te toque. Por unos minutos evito la estimulación directa y juego alrededor de tu sexo. Paso mi mano por tus muslos, tan cerca y delicadamente como para sentir los bellos de tu pubis en el dorso de mi mano, eso me encanta y a veces cierro la mano con fuerza. Estiro un poco más el brazo y desde la base de tu espalada recorro lentamente con mi dedo medio el espacio entre tus nalgas, juego con mi dedo alrededor de tu parte más privada, solo presionando un poco en sus bordes, sin traspasarlo, continúo mi recorrido y siento el líquido espeso que desprendes a causa de tu excitación, juego con él, lo siento en toda mi palma. Ahora empiezo a tocarte sin rodeos, te gusta el estímulo suave y constante. A veces me interrumpo y disfruto sentir todo tu sexo en toda mi palma, lo tomo como una fruta, abultado y palpitante, te siento por medio de esta parte tan compleja de tu cuerpo.
Mis manos vuelven a darte la atención luego de sentir contra mi oreja un apenas audible quejido. En equipo, mi dedo índice y anular apartan suavemente tus labios para dejarle el campo abierto a mi dedo medio, mientras el pulgar y el meñique se dedican a sentir las afueras de tu entrepierna. Siento en la punta de la yema la pequeña esfera escondida entre tus pliegues, la rozo superficialmente de forma circular mientras por espacios de tiempo la presiono contra tu cuerpo. Te gusta esta postura y cierras los ojos concentrada en las sensaciones que atraviesan en oleadas tu sistema nervioso.
Luego de un tiempo así, tiemblas, entonces me detengo y te acaricio suavemente, respiras profundamente y sonríes, abres los ojos y te tomo de la cintura, ahora quieres pasar al acto y te poseo con tu cuerpo sobre el mío. En tus movimientos tensas y relajas tus piernas contra mi, te siento tanto, ahora es mi turno de entrar en trance. Puedo ver tu cuerpo hermoso sobre mí, moviéndose mientras bajas la mirada hacia mi, con tu mirada medio cubierta por tu pelo desordenado, te muerdes un labio y en medio de una serie de contracciones llego al placer. Te abrazo fuertemente.
Nos quedamos abrazados uno contra el otro viendo la calle como toma vida debajo de nosotros, el sudor nos ayuda a disipar el calor, abajo está la vida esperándonos dispuesta a devorarnos. Mientras tanto, gozamos de nuestra complicidad en nuestro refugio. No tenemos nada, pero estamos juntos, nos amamos, y tal vez esto sea la felicidad, no nos importa el hambre.
Te levantas bruscamente, sirves dos tazas de café con azúcar y vuelves a estar junto mí, desnudos admiramos la vida, nos fumamos otros cigarrillos mientras esperamos el momento para decidir dejar nuestra burbuja, no siento miedo, tengo valor, me das valor. Me besas en la boca, me besas otra vez, me miras a los ojos, así cerquita, de nuevo sonríes y anuncias: necesitamos música y corres a encender la radio. Nos espera un día de trabajo.
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